Madrid y 23
No escuchaste la canción. La que publiqué directamente para ti. La
típica última bala de la recámara que disparas jugándotela. Esa que también te
puede salir por el tiro de la culata. Y aquí estoy. Un año más vieja. Diría que
un año más sabia, pero hay muchas lecciones que no termino de aprender.
A veces para acordarte de ciertas cosas se necesitan emociones que
estén a la altura. Y de momento me vi en una ciudad que me superaba. No me di
cuenta, y me fue multiplicando y sumando. Elevándome al máximo exponente. Y
aquí me encuentro. Con el éxtasis que produce sentir que en 23 años no había
sido más feliz que ahora mismo. Pese a todo. Pese a nada. Por y para mi.
Solía hacer responsable de mi suerte al destino. El año pasado
empecé a entender que gran parte de la suerte que tenemos es la que buscamos.
Este año con más miedos que maletas emprendí un viaje que me lo confirmó. Tan
solo han pasado a penas 5 meses. Y he aprendido más de lo que nunca hubiera
imaginado. Y he querido como nunca. A las personas que he me he encontrado por
el camino. A las que dejé atrás pero
siguen en mi vida. A mi. A él. Tal vez a ellos. A mi. A la suerte. La
que he intentado buscar y encontrármela de frente. Ya sabéis, como cuando sabes
que esa persona sale del bar de esa calle a las 11:15 de cada día y tú esperas
en una esquina a que un día te sonría y te salude.
¿La diferencia? Me harté de esperar. Fui de cara a la puerta del
bar, la abrí y me senté a su lado para tener una conversación de tú a tú. Y
aquí estamos, negociando qué coño viene ahora.
LTG
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