A tiempo

La vida empezó a ponerse difícil cuando el agosto del 98 saltó por los aires reventando en pedazos el sueño de la persona más importante de mi vida. Y encima mi familia había quedado truncada para siempre. Fue ahí, desde bien pequeña, cuando el mundo me estaba tratando de explicar que no todos son quienes dicen o aparentan ser. Creo que la vida se molestó en empezar conmigo esta lección a mis tres años porque sabía que no iba a ser tarea fácil.

Hoy he visto una foto en un perfil de una red social y me he preguntado por qué la gente buena es la que se queda con la peor parte. ¿Por qué el karma no es despedido por una mala práctica de su trabajo? ¿Por qué 21 años después las sombras permanecen sin apagar ni un poco la maldad del villano que arrancó de cuajo la palabra esperanza de mi diccionario?

Tal vez por eso ahora, a mis 24 intensos años valoro la gente de verdad. La que acaba siendo y no dice nada para hacerlo saber. O lo comunican a su manera. Y tengo que reconocer que tampoco es nada fácil. Muchas veces me fijo en personas, vidas, destinos y posibilidades idílicos de cara a la galería. Dios, Cézanne debería ceder sus derechos de autor a Instagram y que por defecto apareciera en cualquier post un "esto no es felicidad".

Y entre quejas, réplicas varias, e incluso después de descubrir que tengo manías que no sabía ni que existían, me he dado cuenta: soy afortunada. Las personas que me escriben, me llaman y me abrazan no son de las que se encuentran en un rastro y regateas por conseguir el precio más bajo para llevártelo a casa. Mis personas rara vez se dejan ver, y a la vez se exponen hasta parecer exhbirse, pero no te lo ponen fácil. Entiéndeme, en extraña ocasión no te van a tender la mano si lo necesitas. Pero en sus últimas 10 llamadas aparecerán pocos nombres y estos se repetirán varias veces alternándose entre si. 
Y esas, esas personas, son las que de verdad te abrazan cuando lo hacen. Aunque tarden. Aunque sus tiempos sean diferentes a los del resto del mundo. Ellas son las que consiguen que mi corazón esté siempre en hora.



A todos vosotros y en especial a Tomy y a Víctor.


Carla Díaz.

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