Texto sin actualizar de algo que no acabó siendo.

Si me dejaras, te enseñaría que no todo hace daño. Que hay personas que aún saben querer de verdad. Te enseñaría que la distancia es relativa cuando dos cuerpos se atraen con mucha fuerza. Te enseñaría. Aunque tal vez menos de lo que lo pudieras hacer tú conmigo. Porque créeme, yo he aprendido. Mucho. He aprendido a olvidarme de lo prescindible y a despeinar con premeditación y alevosía tu tupé. He aprendido a sonreír hasta cuando quería enfadarme. A que no todos intentan vender motos. Ni si quiera humo. He aprendido que las casas viejas y llenas de polvo pueden guardar secretos increíbles e inconfesables. Y que hay veces que pasan cosas de película, como que justo después de terminar de hacer el amor, pase por encima de ti una estrella fugaz, como vacilando, sabiéndose ya el deseo que iba a pedir.

Y por desear, desearía que me dejaras enseñarte. Esta vez iría en busca de los sitios más recónditos de Madrid. Esos que poca gente se conoce y que se han construido adrede para enamorar a mentes demasiado precavidas, como la tuya. Te llevaría a cenar. E incluso intentaría emborracharte un poco, para que te pusieras más sincero de la cuenta. Y te besaría. En mitad de la carretera de Gran Vía. Con el puto cartel luminoso de Schweppes al fondo. Y que nos inmortalicen mil turistas curiosos, mientras te digo, que eres sin duda mi historia más bonita.


Si me dejaras, te enseñaría que te puedo querer en Madrid, Bilbao, Castellón, o hasta en el mismísimo jodido fin del mundo. Si me dejaras.

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