Superficial

Superficial mirando, mirándote y mirándoles. Superficial, como esas heridas que cicatrizan después de ponerles una tirita. Aunque te haya escocido. Superficial como apariencia y forma de vida. Tal vez como inspiración o como engaño. Superficial sin superficie y sin súper. Superficial al tacto, al gusto y al olfato. Por no hablar de lo superficial que es el acto de taparte los oídos cuando no quieres escuchar lo que te están contando para seguir la onda de la única canción que te gusta. O que sabes tocar. Superficialmente me visto y desvisto. Como rito y como juego. En superficies elevadas, planas y  pantanosas. Sobre todo pantanosas. Porque alguien que es superficial, cuando se planta de pie en el suelo no se puede imaginar que la propia tierra pueda ser más profunda que si mismo.

Superficial porque es más fácil hablar que conocer. Juzgar que comprender. Que abrir, que rascar. Tal vez porque sepamos que nos puede hacer daño; o peor aún: gustarnos mucho. Es más fácil quedarse con la vanidad, las buenas caras y los reflejos en el espejo. Con el sol que con la lluvia. Con las primeras impresiones. Porque abrir significa también abrirnos. Conocer recovecos de nuestra alma que no sabíamos que existía. Y claro, es más bien molesto reconocer que alguien puede encender luces en ti que ni tú mismo has podido.

Así que superficial. Aunque sea mentira. Para seguir fingiendo que la sociedad es la hipócrita pero no nosotros. Que escapamos de todo ello. Que ya no nos van las redes sociales, ni los falsos amigos. Que nunca nos hemos sorprendido porque conocemos bien la profundidad del océano. ¿Hablar sin conocer? ¿Pero qué dices? Yo solo escucho una canción, pero con esa puedo entender de lo que hablan todas las demás.


Superficial(es).


Carla Díaz. LTG.

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