Para que deje de doler

Dime, ¿qué estás haciendo tú para que deje de doler? Tanta ansiedad, tantos pensamientos que solo hacen que pasen las agujas del reloj en vano. Tanta desrealización. Perder el sentido de las risas, el abrazo de tu mejor amiga, o los dos besos de alguien a quien acabas de conocer. Dime, ¿qué estás haciendo tú para que deje de doler? Aún no te has dado cuenta que es cierto lo que dicen, que “quien se va no vuelve aunque regrese”. Por amor propio. Por dignidad. Por orgullo. Porque nadie que haya herido tu alma conscientemente merece pasar un segundo más a tu lado.

Yo, de verdad que no sé qué estás haciendo tú para que deje de doler, pero si aún duele, es porque no lo has hecho del todo bien. Y no quiero machacarte con esto. Sé lo que duele, sé lo difícil que es en esta era digital pulsar un trozo de pantalla y que automáticamente cierres toda posibilidad de contacto, de esperanza. De verdad que lo sé. Pero párate a pensar, acuérdate de todas las sonrisas que has regalado a cambio de nada. Todos los detalles que has llegado a pensar para que la vida de otra persona fuera perfecta. Otra persona, que decidió marcharse, dejarte, irse, salir. Tan calculado como la traducción del verbo “let”.


Así que no lo pienses un segundo más, y borra todo lo que haga falta, quema las horas y torna ebria alguna noche sin control. Y empieza a vivir. Que te aseguro que nadie se muere por nadie. Tal vez, eso sí, alguien decida algún día vivir por ti. Y entonces, justo entonces lo entenderás. El tiempo habrá anudado todo aquello que parecía quebrado.


La Tercera Gracia

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