Señores pasajeros
Que no, qué va. Que lo tengo todo claro. ¡Qué lo tengo todo controlado, te he dicho!
¿Os suena esta historia? Eso de tener claro que algo no te conviene porque como mínimo por tus propias circunstancias personales lo vas a pasar mal. Y siempre está el aditivo de no saber si ese ser que ha aparecido en tu vida de repente, te va a hacer la llamada "13-14".
Claro, siempre en el momento menos oportuno, sino no tiene gracia. Quizás cuando menos estabilidad tienes, o cuando más y no quieres que nada se desordene.
Abróchense los cinturones, que las turbulencias de antes eran una broma, las de verdad van a comenzar ahora. Ahora que tienes el puto zumo en la boca, y no hace un momento cuando no lo tenías. Tampoco cuando te lo hayas terminado. Mejor ahora, a ver si eres capaz de aguantar sin desperdiciar una sola gota, sin mancharte con él o sin clavarte la pajita en la garganta.
Resulta, que en este avión llamado vida se trata de hacer virguerías. De hacer el jodida pino-puente cuando el aeroplano está haciendo un looping. Eso, claro está, si quieres ganar algo. A los mediocres les dejan permanecer en el asiento con el cinturón de seguridad hasta que el miedo se les pase.
Yo, todo hay que decirlo, no es que haya sido atrevida, es que tengo tendencia a ser una kamikaze. Correr en contra dirección, decir que sí a lo que todos suelen decir no y hacer que llueva hacia arriba.
Así que no, no es el mejor momento, pero ¿cuándo lo es? Tal vez lo que necesitamos para crecer en la vida es salir constantemente de nuestra zona de confort, de quitarnos los cinturones aún sabiendo que nos podemos estrellar de forma inminente.
Porque, déjame decirte, que esos segundos en los que estás en el aire son jodidamente increíbles.
La Tercera Gracia
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