Demasiadas utopías, o muy pocas
Llevo semanas intentando escribir y no he encontrado el momento. Pero, ahora, ahora que el tiempo se ha sincronizado con mi interior, parece que es el momento. Ahora que está todo nublado y no se ve la luz, ahora que el viento habla y susurra nombres que solo yo puedo oír. Ahora que las hojas se elevan y se caen contra el suelo bruscamente, al dejarse arrastrar por corrientes que no saben dónde les llevarán. Ahora que las gotas de lluvia caen en un charco y se convierten en nada, después de haber sido gota por ella misma. Y a la vez, se convierten en parte de algo más grande.
Tal vez, nos sintamos insignificantes o tal vez gigantes. Tal vez no te puedas imaginar lo que vale una mirada de desespero frente al espejo, o frente a tus ojos. Porque, tal vez no oigas mis gritos silenciosos, que te buscan y te llaman mientras tú, con tu sonrisa, creas mundos paralelos. Y he entendido que no me gusta el verano, me he cansado de ser cálida y me he convertido a la frialdad de tus palabras, que ignorantes, no dejan de ignorarme. Y te odio, y a pesar de saber que me voy ahogar, estampar, machacar o cualquier sinónimo que se te ocurra, sigo dejándome elevar por el aire sin pensar dónde me llevará, sin tener la certeza de si algún día podré anclarme en un puerto fijo, o tan solo convertirme una gota más del mar.
La Tercera Gracia.
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