Echo de menos tantas cosas.

Echo muchas cosas de menos. Echo de menos las noches en el polígono y las ansias que me entraba justo cuando estaba en la puerta de la discoteca por no saber si el portero me dejaría pasar o no. Echo de menos las tardes en que nada importaba más que estar con mi mejor amiga, sin olvidar los días entre semana, cuando venía a las 7 de la mañana a mi casa mientras yo desayunaba. Echo de menos el salir y no beber, y también el emborracharme de tal formal que tuviera un dominio inimaginable con los tacones. Echo de menos la música de los coches aparcados. Las perdidas a media noche sin sentido, los lloros porque si, o porque no. El perfume de ese abrazo tan esperado, o la colonia del éxito. Correr borracha el triple de lo que corro de normal. Saltar, creer que esa noche si, esa noche me iba a comer el mundo y todo lo que se me pusiera por delante. Mordiscos inesperados. Cigarros a medio acabar. Odiar el humo tanto como que se me caiga un cubata. Echo de menos cantar una canción de la infancia a voz en grito por las calles de algún pueblo en fiestas, grabar vídeos, pensar que seríamos eternas. Give me five, olor a tabaco negro, Amadeo Badú, Pumuky y trivial. El gorro de papá Noel tirado en las escaleras del rellano. Colchonetas elásticas, tatuajes de henna y Burriana los domingos. 
Llegar a casa a las 11 de la mañana el último domingo de Magdalena. Volver a cantar esas canciones con el clavel en el pelo, incluso volver a recorrer cada uno de esos pasillos y sentir cosquilleos en el estómago. Volver a crecer con cada piso, volver a hacerme pequeña cada vez que lloro al recordar. Economía y miles de libros más. Noches cuidando, pero también noches en las que me han cuidado. Ese 31 de marzo. Ese 8 de abril a las 7:00. Ese te quiero, o ese te amo. Abrázame y no me digas nada...
Sé que sólo una persona puede llegar a ser capaz de comprender el texto entero.
Carla#

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